Corrupción y selección de personal


(Tribuna Abierta ABC, lunes 18 de febrero)

No corren buenos tiempos para la serenidad, para la reflexión. Estamos instalados en una casi perpetua halitosis social. Casi todo lo que nos sale por la boca es avinagrado. Y seguramente nos sobran los motivos para este desarraigo con el optimismo, para esta imagen de mal copulados con la esperanza.

Vivimos días convulsos por lo que respecta a la corrupción política. La llaman sistémica, transversal. Con la misma intensidad que se visualiza el malestar ciudadano asistimos en paralelo y desde amplios sectores políticos, a una contraofensiva bienintencionada y llena de razonables argumentos alertando del peligro de este pim pam pum generalizado contra la clase política. Bienintencionada, razonable, incluso responsable desde el punto de vista del combate contra la antidemocracia que a veces y de manera ordinaria, se puede palpar en este ataque desigual contra el mejor de los sistemas conocidos. Pero excesivamente endogámica. Quién no ha leído estos días sobre planes quinquenales, manifiestos, leyes electorales, listas abiertas, nuevas leyes de financiación de partidos, de registros de lobbys, de leyes de transparencia y acceso a la información, de participación democrática, de amabilidad política…. Qué casualidad, muchos de los que ahora sobre esto escriben argumentan, mirando para otro lado,que “no estuvieron allí” cuando , estoy convencido , de que su rédito obtuvieron. Y sin ser convenientemente seleccionados. Incluso hemos leído decálogos propuestos cínicamente desde algún medio de comunicación que ha hecho estos días de la corrupción y de manera algo torticera su modus vivendi. En definitiva, ideas para las palabras más gastadas del diccionario: regeneración democrática.

Pero en  ninguna de estas declaraciones de principios he sabido encontrar una de las principales causas, en mi opinión, de esta situación. Seguramente el origen: la selección del personal, la selección de nuestros representantes. Curiosamente nunca nos preguntamos qué tipo de comisión de personal en el seno de los partidos políticos evalúa la formación ética y cultural de nuestros futuros cargos. Qué tipo de barrera infranqueable se sitúa para impedir que dudosos perfiles defensores de intereses personales se acerquen desde muy jovencitos, incluso abandonando estudios, a la “carrera política” del sueldo presuntamente fácil y prácticamente vitalicio. Y a veces, hereditario . Qué barrera emocional se coloca a aquellos para los que la política de partido a menudo es una sustitución perfecta de la familia, al margen de la cual prácticamente sólo existe el abismo del no reconocimiento emocional. Los partidos considerados como una especie de “club de los corazones solitarios”. Por suerte, este colectivo es todavía una minoría . Pero a tener en cuenta.

´Surtout, ne pas être ridicules´ comentó Josep Tarradellas al ser elegido President en el exilio. ´Surtout, être mérite de la confiance du peuple´ parafrasearía seguramente ahora el Honorable. La gente pide ejemplaridad y credibilidad. Y coherencia.

Jordi del Río

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