PSC : estado general de confusión



(Tribuna ABC d'avui 10 de desembre)


Creo no descubrir nada afirmando que el PSC ha sido, al menos hasta ahora, el partido que mejor ha sintetizado e incluso representado  de manera casi contagiosa los anhelos de la sociedad catalana. A menudo escucho a Fabián Mohedano, secretario general del Moviment laïc i progressista , joven activista i amigo, decir que años atrás el PSC no necesitaba penetrar en la sociedad porque ‘el PSC era la sociedad’, estaba en la sociedad. Seguramente fue esa consideración la que llevó a Mohedano a acercarse generosamente a los socialistas catalanes. Una  especie de contagio tan  evidente y fértil  para Cataluña que  hasta el propio Jordi Pujol lo ha reconocido. Contagio que continua hoy pero por desgracia en sentido contrario : el estado general de confusión en el que parece inmerso la sociedad catalana es el mismo en el que parece encontrarse el partido que tan bien diseñaron , entre otros,  los Reventós, Obiols i Maragall. Y del que apenas se alcanza hoy a vislumbrar algo. En 1984, Raimon Obiols encabezaba una candidatura que obtenía más del 30 % de los votos. En 1999 Pasqual Maragall obtenía 52 diputados. Ahora 20 escaños y poco más del 14% de los votos. No es de extrañar las enormes coincidencias en los diagnósticos y necesidades : la urgente  reconstrucción del proyecto socialista. Curiosamente también ahora hace un año y entre las diferentes candidaturas a liderar el PSC los diagnósticos eran coincidentes. He llegado a la conclusión , leídos hasta la saciedad estos días y desde diferentes posiciones, que tal vez de lo que adolecen esos análisis  es de la ausencia de explicar cómo afrontar, con que calendarios, con que gestos y medidas concretas,  esa reconstrucción para que el PSC no acabe convertido en un partido de exmilitantes y exsimpatizantes.

Dicen los expertos que el liderazgo se obtiene cuando se consigue la disculpa de los errores propios. Seguro que en esa inapelable derrota sabríamos encontrar creíbles atenuantes: poco recorrido de la nueva dirección elegida hace apenas un año, elecciones muy anticipadas, primarias interruptus , existencia de intereses fácticos que querrían ver al PSC como algo residual, penurias presupuestarias… Pero resulta cruel comparar tales atenuantes con el hecho de que, por ejemplo,  justo ahora hace ahora seis semanas las CUP (Candidatura d’Unitat Popular), poco alineadas con el status quo catalán,  aun debatían sobre la necesidad o no de presentarse a las elecciones. Los excelentes resultados obtenidos y su eficaz campaña electoral nos ahorran cualquier comentario. Resulta evidente que el presidente Mas se pasó ‘excepcionalmente’ de frenada intentando  liderar , que no  interpretar,  mesiánicamente la voluntad de un pueblo que masivamente  salió a la calle  la pasada Diada nacional . En parte el mismo pueblo  que poco después también la ocuparía víctima de unos recortes sociales sin precedentes. Pero esa , la interpretación que no se hizo , era también la urgencia del PSC. El reconocimiento de la influencia ciudadana en las agendas políticas y de la demanda de un  partido más horizontal, más permeable, menos jerárquico y de menos obediencias ocultas. Estoy convencido de poder llegar a coincidir en esa consideración con Daniel Fernández, hombre inteligente víctima injusta estos días de uno de esos intentos fácticos de fulminación del PSC.

Las urgencias sociales y el  mantenimiento de la unidad civil del pueblo catalán, necesitan un PSC fuerte, útil, representativo social y generacionalmente. Un partido que es incapaz de colocar entre los quince primeros lugares de su candidatura al candidato de su organización juvenil mientras en ella encontramos a políticos claramente amortizados, es un partido con al menos un problema. Pero más de medio millón de catalanes mantienen la esperanza en los socialistas catalanes. Un grupo importante de jóvenes  dirigentes, Laia Bonet, Rocío Martínez-Sampere, Joan Ignasi Elena, Jordi Martí, Fabián Mohedano, Toni Comín, Jaume Collboni, entre otros,  configuran un grupo llamado a liderar esa reconstrucción y obligados por su capacidad a imaginar nuevas respuestas en un proceso de  Rinascita socialista. Humildemente lo he bautizado en italiano. Me suena excitante, casi sexual.

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